27 diciembre 2016

LA PUERTA NÚMERO 40

Algunas veces se dan situaciones raras que enlazan un inconveniente tras otro a cual mas estrambótico y parecen increíbles, máxime si el relato coincide con estas fechas. Aun siendo ya raro, siempre puede surgir otra circunstancia negativa que la empeora la anterior.
Por tanto los que consideren esta historieta imposible estarán en lo cierto  y los que si la crean también estarán acertados.
Había llegado el día para que Roberto y Asunción iniciaran sus esperadas y debidamente preparadas vacaciones, que incluían un viaje en avión y este era el primer atractivo de su ruta.
Un taxista parlanchín les acerca al gran aeropuerto y se deshace en describir lo bonito que debe ser el vuelo un día nublado como hoy cuando, una vez el avión haya atravesado la nube verán un sol espléndido.
No le prestaban atención, pues cada uno estaba concentrado en el protocolo a seguir en la terminal, Roberto se ocuparía de portar el equipaje hasta la zona de facturación y Asun controlará los billetes para cuando le sean requeridos.
El taxista les despide deseándoles buen viaje mientras ellos pasan al interior de la primera nave del aeropuerto y, entre la gente que se mueve en todas direcciones ven una mano que se agita por encima de las cabezas llamando su atención.
Es la guía de la agencia de viajes que está reuniendo al grupo que viajará en el mismo avión y destino y a los que imparte indicaciones a seguir hasta la puerta de embarque.
En los mostradores de facturación les entregaré sus tarjetas de embarque que han de realizar por la puerta número 40, pero aún está por confirmar.
La primera en la frente: el avión va lleno hasta los topes, registra overbooking por lo que las filas están distantes y ni siquiera los asientos son contiguos. Roberto ha de viajar en el centro de la aeronave encima del ala y Asun en cola. Se lamentan de la situación y confían que la azafata les consiga una permuta con otros viajeros para que puedan sentarse juntos.
Pasado el control de seguridad, alguien del grupo se erige en guía e indica el itinerario a seguir para llegar a la puerta nº 40 que según parece quedaba bastante lejos.
Pasando de unas naves a otras  mediante escaleras mecánicas que suben y bajan, de pronto se abren unas puertas deslizantes donde la gente va como sardinas en lata. Se introducen como pueden. Una  niña de no mas de cuatro añitos en los brazos de su madre llora enrabietada. Se cierran las puertas automáticas y el convoy se pone en marcha a gran velocidad por un oscuro túnel que después de siete ó diez minutos se detiene.
Roberto comenta a su pareja que habían venido al aeropuerto para coger un avión y terminan de apearse de un tren. Ella sonríe de mala gana.
Los ocupantes del convoy se dispersan rápidamente y el grupo  sin saber que dirección tomar pregunta a un empleado por donde queda la puerta nº 40. Éste indica que han viajado en dirección contraria, por tanto deben deshacer el viaje hasta el punto inicial y preguntar allí.
Los paneles informativos ya confirman la puerta de embarque que corresponde a su vuelo y la hora de salida. Han perdido mucho tiempo por lo que deben darse mucha prisa.
Deshecho el viaje de ida, el tren se detiene y el grupo que ya no es tan numeroso se encuentra ante la cola un nuevo control de seguridad.
-         Oiga que nosotros ya hemos pasado un control,
Ya no había retorno. Depositen en la bandeja sus pertenencias y vayan pasando. Roberto pasa y el sistema emite pitido, (lo mismo que ocurre a todo el mundo).
El guardia de turno encargado del cacheo le dice que saque lo que lleva en el bolsillo trasero del pantalón, lo deje en la bandeja y vuelva a pasar.
Oiga que es mi cartera, las tarjetas y el peine son de plástico y los billetes de papel.
Una vez superado este inconveniente que les hace perder un tiempo que ya no tienen recoge todas sus pertenencias,… ¿todas? y corren hacia el resto del grupo que ya se perdía entre la gente. Una joven con chaleco de Cruz Roja conduce una silla de ruedas a la que intentan preguntar, pero sin dar oportunidad responde que no sabe. Lo mismo ocurre con la conductora de un carrito de limpieza  que rechaza la pregunta alegando que es su primer día de trabajo en ese puesto y que no conoce la zona.  Se detienen ante la puerta de un ascensor acristalado que los remontará dos plantas donde se encuentra la famosa puerta nº 40. El ascensor se retrasa, el temor empieza a afectar al grupo y uno de ellos corre hacia una escalera mecánica en dirección ascendente. Los demás le siguen.
Atraviesan dos plantas. Allí la iluminación eléctrica se mezcla con la luz del día y ya ven los aviones; unos circulando por las pistas de rodadura otros dejando o embarcando el pasaje.
Dos flechas en la pared indican puerta veintitrés a la uno a la izquierda. Puerta veinticuatro a la cincuenta a la derecha. Ahora están en la senda correcta pero ésta estaba a mas de un centenar de metros.
Llegados al punto deseado están formadas dos grandes filas atendidas por tres empleados: el tercero orienta a los pasajeros en que fila han de colocarse y como deben identificarse. Los otros dos van comprobando datos.
Roberto toca el bolsillo trasero de su pantalón para extraer el DNI y con gran desesperación observa que falta su cartera. El pánico se apodera de él. Al instante rebobina todo lo sucedido y concluye que su cartera a quedado en la bandeja del ultimo control que han pasado.
Un desconocido instinto de orientación le hace retroceder el camino acompañado de Asun  y después de un largo centenar de metros distinguen mediante las paredes acristaladas dos plantas mas abajo el control que acaban de pasar.
Un empleado uniformado con chaqueta amarilla los reconoce y pregunta por el contenido de su cartera. Roberto se explica atropelladamente y empleado lo tranquiliza.
-       Si hubiera venido cinco minutos antes todo estaría aquí, pero ya se ha tramitado y debe recoger su documentación en la oficina de la Guardia Civil, y el resto en la Oficina de Objetos Perdidos.
-         Pasen el control y les atiende el compañero de al lado.
¡¡Valgamedios¡¡.  ¡¡perderemos el vuelo.¡¡ Otra vez el pitido.
Era la tercera vez que pasaban  un control de seguridad
El guardia civil les recibe de inmediato y después de varias preguntas devuelve a Roberto los documentos. Para no perder mas tiempo un empleado los acompaña a recoger el resto. La funcionaria que atiende la oficina de objetos perdidos da explicaciones por teléfono a la persona que está al otro lado que parece no enterarse bien y tiene que repetir lo mismo durante siete  o más minutos, por lo que Roberto y Asun dan por perdido su vuelo y sus vacaciones.
-         ¿Qué contenía su cartera?
-         Los documentos de identidad, varias notas manuscritas y algún billete de papel.
-         Mire a ver si está todo.
-         Si. Correcto. Está todo.
-         Debemos rellenar un formulario.
Una vez terminada la redacción se lo pone a la vista y sin leer ni una línea le firma el recibí y se despide.
         -¡Oiga espere un momento¡
-¿Desea presentar alguna reclamación por las molestias causadas?
- Oh: no pordios. Muy agradecidos.
- Entonces hay que cumplimentar la oportuna observación.
La empleada del aeropuerto que les ha acompañado se despide de ellos en la senda que conduce a la ansiada puerta número 40 hasta donde han de caminar un buen rato con la tranquilidad de haber recuperado la cartera con su íntegro contenido, pero la casi seguridad de no conseguir embarcar, porque al llegar a este punto han desaparecido las dos largas colas que recordaban. Solo quedaba el tercer empleado recogiendo las cintas que dirigían las filas hasta el túnel de acceso al avión.
Abatido y estresado por la experiencia vivida Roberto pide un café cappuccino de esos que tanto le gustaba saborear en otros vuelos.
-         Aquí tiene señor: Está muy caliente. Tenga cuidado de no quemarse.
Lo anterior que Roberto recordaba era el último sorbo del café, cuando le despertó una voz aparentemente femenina que ya llevaría un rato hablando y que él empezó a oír entre sueños ,”… dentro de breves momentos aterrizaremos en el aeropuerto de destino. Deseamos hayan tenido un vuelo agradable y confiamos verles abordo en otra ocasión. En nombre de toda la tripulación les deseo una feliz estancia en este destino”  (o algo así)
Seguidamente Roberto y Asun notaron el contacto del tren de aterrizaje sobre la pista seguido del atronador ruido de los motores que se activaron para frenar la carrera del avión.
Después de salvar tantos inconvenientes que no se habían imaginado no saben si lo anterior ha sido una pesadilla o les ha ocurrido de verdad.

Lo único que tenían claro en ese momento  es que al fin iban a disfrutar sus ansiadas vacaciones.