05 marzo 2010

ARBOLES SIN SOMBRA


Nuestro pueblo ve pasar el tiempo, todos los días son iguales nunca hay novedades, y como alguno decía “cuando se ve en corrillo a más de dos personas juntas es que ha pasado algo”. Las gentes van pasando por el tiempo, pero cuantas cosas importantes tendría que contar cada familia y cuantas cosas de interés se guardarán en cada casa.
El relato que vais a leer a continuación está copiado literalmente de un manuscrito aparecido dentro de un sobre abierto, entre las antiguas y desordenadas fotos que se guardaban en casa de un familiar.
No se sabe quien lo escribió. No tiene firma ni fecha, pero por su contenido habría que situarlo en esa época de la que hemos oído que, debido a una epidemia moría mucha gente. Seguramente el autor se inspiró al calor del brasero o la lumbre, un día lluvioso o huracanado, parecido al que describe Félix en su blog el pasado sábado.
Creo que Isa (la de Bilbao) escribió algo sobre esta época en la que se produjeron muchas muertes en el pueblo.
Por considerar que este manuscrito describe una vivencia real con mucha profundidad de de sentimiento en nuestro pueblo, no puedo menos de publicarlo para conocimiento del vecindario. No tiene tachaduras ni correcciones. Parece que sale directamente del pensamiento.
Creo que las ilustres plumas que escriben en este Rincón Bloguero lo retendrán en un lugar preferente.


ÁRBOLES SIN SOMBRA

Sale el triste labrador por las callejas del pueblo con su pareja de bueyes a sembrar en el barbecho. Envuelto va en la casaca y bajo el gacho sombrero la pena lleva en el cuerpo. Con precaución ha tapado de las vacas los cencerros, pues si suenan le parece que tristes tocan a muerto.
Los rubios granos de trigo poco a poco va esparciendo por la tierra abarbechada cabizbajo y en silencio, y mezclados con el grano de sus ojos van saliendo las lágrimas que derrama por el hijo que se muerto. El hijo que le ayudaba en su oficio de labriego y que sería su amparo cuando el padre fuera viejo.
Murió en la flor de la vida y con hondo sentimiento salir en andas de casa el pobre viejo vio el cuerpo.
Tejiéndole una corona las jóvenes del pueblo y los mocitos un ramo de flores para el entierro.
Lloraba toda la gente en el fúnebre cortejo la muerte del pobre mozo y el desamparo del viejo.
Nadie quizá reparó que en casa del otro labriego de luto estaba una moza llorando por aquel mozo