Por aquí por el
pueblo nos quejábamos porque no terminaba de llegar el calor del verano.
Tampoco es que fuera necesario llevar abrigo, pero si que para estas fechas la
temperatura era fresca.
Nuestras ansias de
calor veraniego se han cumplido porque, como si se tratara de la maniobra de
aterrizaje de un voluminoso y pesado avión en su uniforme y segura aproximación a tierra,
que después de una larga carrera se detiene torpemente con su pesada carga
sobre el suelo, así mismo ha aterrizado el verano entre nosotros con varias
toneladas de calor sobre nuestros cuerpos que mal nos vemos para soportar.
Ni rastro queda de
toda el agua caída durante el invierno. Confiemos que se suavice esta situación
para poder dedicar un agradable recibimiento cuando comience la llegada
de los lagartos, y todos los
veraneantes. Con calor menos extremo tendremos mejor estímulo para preparar las
actividades.
Contra calor y
bochorno, el ayuntamiento se ha molestado en instalar una pancarta a la entrada
del pueblo, para daros la bienvenida
veraniega.
Ayer con agradable
sorpresa por su puntualidad apareció un lagarto que, a su llegada al pueblo
cumple una serie de prioridades en la que incluye una visita que me complace
destacar. Esta visita su produjo a la hora de la cena que yo recibí con enorme
satisfacción y nunca me supo tan rico un postre que no tomé en atención a mi
visitante.