Bueno:
Que tal ha sentado la excursión y merienda el día de hoy? Seguro que bien. No puede ser de otra manera,
igual que siempre. Antiguamente tal como este jueves se formaba cierta
actividad que interrumpía la
tranquilidad por el campo y los caminos del pueblo, donde yo empezaba a
aprovechar las tímidas razás de sol propias
del mes de febrero.

En
más de una ocasión hubo que buscar cobijo dentro de una cabaña donde se hacía
lumbre para secarnos y, entre bocado y mordisco había que salir fuera para
poder respirar por culpa del espeso humo
que se adueñaba del interior.
Ningún inconveniente meteorológico nos retenía. Por
supuesto que el trayecto se realizaba a pie, Los tiempos eran diferentes a los
de ahora, en que estos desplazamientos se hacen de manera motorizada y, en varios
sitios se han adaptado acomodos para este fin en fincas concentradas, donde sus
propietarios los utilizan en mas ocasiones.
El
clima podía ser muy adverso, pero la ilusión de la chiquillería por el Jueves
Merendero podía con todo. A la bendita Peña Resbalina no le dejaríamos criar
musgo, e igual que la ladera del Cotorro y las peñas del Jurrero, también eran
el campo.

Este
recordado Jueves, da paso a otra tradición ya desaparecida. En los niños
grandes de ahora está el recuerdo de los tres días de carnaval, donde destacaba
el espectáculo de los gallos que los
quintos corrían a caballo en el Arbañal, aparte de las comilonas y de cómo la
mayoría de la gente se disfrazaba con muy buen humor.